Lingüística forense: la forma de hablar y escribir nos delata


Por la boca muere el pez... y se inculpa el delincuente. Los expertos en lenguaje son capaces de identificar al auténtico autor de una llamada terrorista o una nota de rescate.

En 2002 el fiscal echó por tierra la coartada de Stuart Campbell en el asesinato de su sobrina Danielle Jones, en Essex (Inglaterra). Los peritos demostraron que él fue el asesino y no la víctima, como había hecho creer. La clave del crimen estaba en unos mensajes que el tío envió desde el teléfono móvil de Danielle. Los análisis del texto revelaron sin lugar a dudas que el estilo era propio del sospechoso, quién jamás imaginó que un centenar de caracteres pudieran meterle entre rejas.

Probablemente Campbell también ignoraba que la estructura y el contenido de las frases que usamos de forma cotidiana en las conversaciones son casi únicos. O que la puntuación y la gramática de un mensaje anónimo pueden ser suficientes para averiguar la edad, el sexo y la ubicación geográfica de su autor. Pero lo cierto es que los lingüistas forenses manejan a diario estas diferencias en el uso de las palabras, que a lo largo de la última década han permitido identificar inequívocamente a terroristas y criminales de todo tipo.

Es un hecho que existe un modo distintivo en el que cada individuo codifica y descodifica el lenguaje y se expresa con sus propias “marcas” lingüísticas. Y que no hay dos personas que utilicen el lenguaje exactamente del mismo modo. Expertos como James Fitzgerald, investigador del FBI, lo han comprobado tras varios años trabajando en el análisis e identificación de documentos anónimos.

“Los seres humanos son prisioneros de su propio lenguaje”, asegura el lingüista Don Foster, que ha colaborado con Fitzgerald en varios casos. Y añade: “por eso, el análisis científico de un texto puede revelar datos tan claros como las huellas dactilares o el ADN”. Fue precisamente esta técnica la que permitió a Fitzgerald y Foster resolver un caso clave en la historia de Estados Unidos: el del terrorista FC, más conocido como Unabomber, que emprendió una cruzada contra el progreso tecnológico enviandocartas-bomba a diferentes puntos del país durante 18 años.

Díme qué redactas y...

Tras mucho tiempo sembrando el pánico, Unabomber escribió un manuscrito de más de 100 páginas amenazando con volar un avión si no se publicaba en la prensa. Las autoridades respondieron a su petición, con la esperanza de que el texto les llevara hasta algún sospechoso. En 1996 apresaron a Ted Kaczynski, alertados por su hermano tras leer el manuscrito. El FBI registró su casa en busca de todo tipo de textos y cartas. La comparación de estos documentos con el dossier amenazador confirmó que eran obra de la misma persona, una prueba tan sólida que permitió condenarlo. Lo que es más curioso, Foster llegó a sacar conclusiones tan insólitas como que las revistas favoritas de Kaczynski eran Scientific American y The Saturday Review, que estaba influenciado por los escritos del polaco Joseph Conrad o que se identificaba a sí mismo con un objeto, la madera.

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¿Pero dónde está el truco? Los lingüistas forenses comparan los escritos con las bases de datos de textos disponibles en busca dehábitos lingüísticos similares. Esto incluye la identificación delvocabulario, argot, jergas profesionales, regionalismos e incluso la puntuación. Sin menospreciar ningún detalle del formato del documento y el soporte físico en el que se encuentra. Si la comunicación es oral, por ejemplo en una grabación, hay que tener en cuenta además el ritmo, la fonética, las pausas, la entonación o la separación entre palabras y letras.

Mensajes subliminales

Ahondando en el uso del lenguaje, los lingüistas han comprobado, por ejemplo, que la veracidad de un relato es mayor cuanto más completos son los detalles sensoriales que incorpora. O que la decepción se traslada al lenguaje en el uso de preludios más largos de lo habitual. Son lo que algunos expertos llamanmensajes subliminales o thoughprints, esto es, huellas del pensamiento que aparecen continuamente al comunicarnos. A esto hay que sumarle que el uso de nuevas formas de comunicación, como el correo electrónico o la telefonía móvil, está dando que hablar entre los forenses. El lingüista Tim Grant y el forense Kim Brake, de la Universidad de Leicester, pusieron en marcha hace unos meses el primer estudio forense centrado en los mensajes SMS. “Teniendo en cuenta que éstos son una forma de comunicación nueva y, a la vez, un modo especialmente informal de usar el lenguaje, no se espera que quien los escriba siga las convecciones lingüísticas”, aclara Grant. “Esta libertad –añade– da lugar a diferencias significativas en el estilo que pueden emplearse para identificar a su autor”. Además, los expertos estudiarán cómo influye en el estilo de un sujeto los SMS que recibe de su círculo amistoso.

Otro de los cometidos de los especialistas lingüísticos y legales está en analizar el entramado dellenguaje usado en interrogatorios y confesiones. Los científicos también cuentan con sofisticadas técnicas para el análisis de la imitación en la firma y la detección de textos redactados con finescriminales, como falsas cartas de suicidio. Incluso son capaces de crear perfiles lingüísticos e identificar a los interlocutores de una conversación a partir de una grabación de voz.

Contra el vicio de plagiar

Cuando se trata de juzgar si un texto es o no un plagio, la lingüística forense también tiene mucho que aportar. Sus conclusiones son clave ante un tribunal. ¿Pero qué hace único y original a un texto? ¿Qué define su idiosincrasia? ¿Y sobre todo, qué grado de similitud tienen que reflejar dos o más textos para considerar que han sido plagiados? Desde su despacho del Laboratorio de Lingüística Forense (ForensicLab), en la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona), la investigadora María Teresa Turell trata de responder a estas cuestiones. Su experiencia en este terreno le sirvió, entre otras cosas, para participar en el caso del supuesto plagio de Camilo José Cela a Carmen Formoso. Su laboratorio estableció que no se trataba de un plagio del texto, en todo caso de ideas.

Turell también intervino en el escándalo de la presentadora de televisión Ana Rosa Quintana, que en su libro Sabor a hiel se apropiaba de párrafos completos de Ángeles Mastretta (Mujeres de ojos grandes), de Colleen MacCullough (El pájaro canta hasta morir) y de Danielle Steele (Álbum de familia). Aunque en estos casos siempre cabe recurrir a la ironía de John Milton, quien en el siglo XVII afirmaba que “copiar de uno es plagio, copiar de dos es investigación”.



Fuente: http://www.muyinteresante.es

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