El 7 de marzo del año 321, el emperador Constantino I impuso
el reposo obligatorio en el "día del Sol".
El nombre "domingo" proviene del latín dies
Dominicus (día del Señor), porque era cuando los cristianos celebraban la
Resurrección de Jesús. Pero en los albores del cristianismo se consideraba la
primera jornada de la semana y no la séptima: el día bíblico de descanso seguía
siendo el sábado, igual que para los judíos. Según el Nuevo Testamento, los
apóstoles se reunían los domingos para la partición del pan, pero ello no
significaba que el sabbat (que en hebreo significa precisamente
"descanso") hubiera perdido su lugar como día de reposo obligado.
Por otra parte, en la Antigua Roma llamaban a este día dies
Solis (día del Sol: de ahí el Sunday inglés o el Sonntag alemán), pues estaba
dedicado a la divinidad pagana denominada Sol Invictus, muy importante en el
culto imperial. Y fue justamente un emperador romano, Constantino I el Grande,
quien fusionó ambas tradiciones en una sola. Así, el mismo César que había
legalizado la religión cristiana por el Edicto de Milán en el año 313 –y que
más tarde fundaría Constantinopla como capital romana de Oriente y sería
santificado– decretó el 7 de marzo de 321 que el todavía llamado dies Solis
sería observado como de asueto civil obligatorio.
No obstante, la confirmación "oficial" de este
cambio por parte de la Iglesia católica tardaría en llegar más de mil años. Fue
en el Concilio de Trento, celebrado en el siglo XVI: "Complace a la
Iglesia de Dios que la celebración religiosa del día sabbat se debe transferir
al día del Señor: el domingo". A consecuencia de ello, en casi todos los
países de tradición cristiana quedaron prohibidos en domingo los trabajos
manuales, el comercio y el baile. Se hacían excepciones en casos de trabajos
urgentes o para ciertas corporaciones gremiales. Finalmente, tras la Revolución
Francesa (1789), el descanso del domingo fue asimilado en el derecho laboral y
en la actualidad está admitido en casi todas las legislaciones.
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